Milo y la noche de Halloween

Milo y sus amigos se asustan con ruidos y sombras en Halloween, pero descubren que todo era una broma de Nico el zorro. Aprenden que el miedo desaparece con risas, luz y buena compañía.

Era el último día de octubre y el bosque se llenaba de colores anaranjados. Las hojas crujían bajo las patas de Milo Milón mientras caminaba con su capa azul, un sombrero puntiagudo de fieltro y una cestita en la mano.

—¡Hoy es Halloween! —dijo emocionado—. ¡La noche en la que todo puede pasar!

Milo no sabía muy bien qué esperar. En el bosque nunca se había celebrado Halloween, pero su amigo Nico el zorro había organizado una pequeña fiesta con disfraces, cuentos de misterio… y alguna que otra sorpresa.

Mientras avanzaba por el sendero, se topó con Lila, la ardilla, que llevaba una calabaza en la cabeza y saltaba nerviosa.

—¡Milo! ¡He oído un aullido extraño detrás de las ramas! —exclamó tapándose los ojos.

—¿Un aullido? —preguntó Milo, fingiendo valentía.

Siguieron caminando juntos y, más adelante, se encontraron con Tom el topo, que decía haber visto sombras moviéndose en los arbustos. Al poco tiempo, todos los animalitos del bosque estaban asustados: unos por un crujido, otros por una figura que parecía flotar… y Milo, aunque intentaba mantenerse tranquilo, empezaba a dudar.

Cuando llegaron a la fiesta, vieron que el lugar estaba decorado con velas de calabaza, hojas secas, ramas torcidas… ¡y alguien disfrazado con una gran sábana blanca!

—¡Buh! —gritó la figura.

Todos dieron un salto… hasta que de repente, la sábana cayó y apareció Nico el zorro entre risas.

—¡Era yo! Solo quería daros un sustito divertido. ¡Es Halloween!

Los animales se miraron entre ellos y soltaron carcajadas. Lo que les había dado miedo no eran monstruos ni fantasmas, sino su propia imaginación.

Milo se sintió más tranquilo. Había aprendido que, a veces, lo que da miedo en la oscuridad, solo necesita un poco de luz… o una buena risa.

Esa noche, mientras volvía a su árbol y se acurrucaba en su nido, Milo pensó:

—Halloween no tiene por qué dar miedo. Puede ser mágico, divertido… y una buena oportunidad para compartir historias con los amigos.

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