Milo Milón y la canción de las estrellas

Aquella noche Milo no tenía sueño. Había estado todo el día lloviendo y no había podido dar su paseo diario, así que no estaba cansado. Y lo mismo les pasaba a los demás animales del bosque. Su vecino el mono no había podido trepar árboles con sus amigos, ni las abejas habían podido ir a buscar flores. Tampoco los pájaros habían podido ir a vigilar desde el cielo, ni los lagartos habían podido jugar al escondite en las piedras. 

Aquella noche Milo no tenía sueño. Había estado todo el día lloviendo y no había podido dar su paseo diario, así que no estaba cansado. Y lo mismo les pasaba a los demás animales del bosque. Su vecino el mono no había podido trepar árboles con sus amigos, ni las abejas habían podido ir a buscar flores. Tampoco los pájaros habían podido ir a vigilar desde el cielo, ni los lagartos habían podido jugar al escondite en las piedras. 

Todos estaban intentando dormir, pero ninguno podía. 

  • ¡Qué tristeza! Si no me duermo ya, mañana estaré demasiado cansada para tejer mis telas - se quejaba una araña.
  • ¡Ni yo podré excavar en mi madriguera! - le contestó un topo.
  • Bueno, vamos a seguir intentándolo - propuso Milo desde lo alto de su árbol -. Seguro que cuando menos lo esperemos, nos quedamos dormidos. 

Como el eucalipto de Milo era uno de los árboles más altos del bosque, y él dormía en la copa más alta, unas estrellas que guardaban la noche se enteraron de lo que les decía a los demás animales.

  • ¿Qué pasa Milo? ¿No podéis dormir? - preguntó una de ellas -. Nosotras nos sabemos una canción que a todos los animales les da sueño. Podemos intentar cantarla aunque no hayamos ensayado, quizás os ayude.
  • ¡Vaya! Es una gran idea, qué suerte hemos tenido. Muchas gracias estrellas, si funciona y nos quedamos dormidos, no os lo podremos decir, pero, ¡buenas noches!

Como Milo le dijo que sí, todas ellas se pusieron de acuerdo y se aclararon la voz rápidamente. Al cabo de poco tiempo, un grupo de estrellas de pronto empezó a brillar con más fuerza, y entre todas entonaron una bonita nana que sonaba como un coro profesional. 

Cuando terminó la canción, en el bosque no se escuchaba ni a los grillos, pues también se habían quedado dormidos. La idea de las estrellas había funcionado de maravilla y todos los animales estaban ya descansando y recuperando fuerzas para el día siguiente. 

Aquella noche, todos aprendieron una valiosa lección: siempre que se pueda, hay que ayudar a los demás.

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