Milo Milón y la ardilla que no compartía

Era una tranquila mañana en el bosque, los pájaros cantaban bonitas canciones y Milo Milón acababa de despertarse. Contempló el bosque desde lo alto de su eucalipto y dio los buenos días a sus vecinas las abejas. Al ver el bonito día que hacía, se puso rápidamente su sombrero y bajó de su eucalipto listo para empezar un nuevo paseo.

Era una tranquila mañana en el bosque, los pájaros cantaban bonitas canciones y Milo Milón acababa de despertarse. Contempló el bosque desde lo alto de su eucalipto y dio los buenos días a sus vecinas las abejas. Al ver el bonito día que hacía, se puso rápidamente su sombrero y bajó de su eucalipto listo para empezar un nuevo paseo.

Milo iba saludando a todos sus amigos por el camino… 

  • ¡Hola, señora cabra! ¿Qué tal, conejito? 

Estaba muy feliz porque el otoño acababa de comenzar y los árboles empezaban a verse de color naranja, pronto podría saltar sobre las hojas secas. Además, aún quedaban flores del verano y Milo iba cogiendo las más coloridas para luego decorar su árbol. 

De pronto, en un rincón muy frondoso del bosque, vio un árbol muy grueso con las ramas llenas de nueces y avellanas. Milo es un koala muy curioso, así que se acercó a averiguar quién vivía allí. 

  • ¡Hola! ¿Vive alguien aquí?
  • ¿Vienes a quitarme mi comida? ¡Fuera! - respondió alguien muy enfadado.

Milo se quedó pensativo y miró a su alrededor, todos los huecos del tronco estaban a rebosar de frutos secos. Allí debían vivir muchos animales.

  • No te asustes, siempre está enfadada. En este árbol vive una ardilla que no quiere que nadie le quite sus bellotas - le explicó un loro que pasaba por allí.
  • ¿Y vive sola? Quizás necesite a alguien con quien compartir - sugirió Milo.
  • Nunca lo había pensado - admitió el loro y se fue volando. 

Milo decidió ir a hablar con ella.

  • Hola, señora ardilla. Soy Milo, Milo Milón. ¿Por qué tienes tantos frutos? ¿Por qué no te los comes con tus amigos?
  • ¡No puedo parar de recogerlos! Debo acumular provisiones para el invierno, si los comparto no tendré nada para comer cuando todo se cubra de nieve - respondió la ardilla preocupada.
  • Pero aún queda mucho otoño, y no vas a poder comértelo todo sola. Además, ya casi no tienes espacio para dormir en este tronco lleno de avellanas. Mira, yo llevo muchas flores, toma estas que son las más bonitas y pueden alegrar tu casa.

La ardilla se quedó sorprendida con el regalo y se dio cuenta de lo bonito que era compartir.

  • Tienes razón Milo, coge las nueces que quieras y vuelve pronto a comer conmigo.

Desde ese día, Milo y la ardilla son muy buenos amigos y comen frutos secos juntos todas las semanas, pues la ardilla se dio cuenta de que compartir las cosas las hace aún mejores.

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