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En la mañana de Navidad, Milo y los animales del bosque despiertan sorprendidos por la nieve. Juntos avisan a todos sus amigos, juegan sin parar y celebran una gran comida, aprendiendo que la magia de la Navidad se disfruta mejor cuando se comparte.
Era una fría mañana de diciembre en el bosque de Milo, pero no de un día cualquiera, era la mañana del Día de Navidad. Este era el día favorito de todos los animales porque celebraban una gran comida todos juntos bajo el gran abeto del centro del bosque.
Todos los animales se despertaron cuando el sol les dio los buenos días, y al abrir los ojos vieron que el bosque estaba nevado. Los árboles, las rocas y las hojas secas estaban cubiertas por una capa blanca y fría.
Milo, que aún se estaba poniendo su bufanda, bajó corriendo a jugar con los demás.
La cabrita y Milo recorrieron todo el bosque avisando a los animales de que iban a jugar en la nieve antes de la gran comida. Poco a poco, se hizo un gran grupo de animales con bufandas, preparados para celebrar la Navidad juntos.
Pasaron toda la mañana haciendo muñecos de nieve y lanzándose bolas. También se hicieron trineos con las cortezas de los árboles, y se deslizaron con ellos por la ladera del monte.
Después de tanta diversión, por fin llegó la hora de la gran comida. Todos soltaron sus trineos y fueron juntos al gran abeto que llevaban todo el mes decorando. Bolas, hojas y flores de colores colgaban de todas las ramas para hacer una decoración muy especial.
Comieron y rieron rodeados de adornos y muñecos de nieve, y todos aprendieron que la mejor manera de disfrutar de la magia de la Navidad es compartiéndola.