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Un arcoíris pierde sus colores y parte en una aventura para recuperarlos. En el camino descubre que la alegría, el cariño y la calma son la clave para volver a brillar.
Había una vez, en lo alto del cielo, un arcoíris alegre que salía a brillar cada vez que el sol y la lluvia se daban un abrazo. Tenía siete colores preciosos: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta. Todos lo miraban con asombro cuando aparecía tras la tormenta.
Pero un día, algo muy extraño ocurrió. El arcoíris se despertó con una sensación rara… ¡estaba gris! Ningún color asomaba en su curva. Se frotó un extremo contra una nube, se sacudió con el viento, pero nada: sus colores se habían ido.
—¿Dónde están mis colores? —preguntó asustado al Sol.
—Quizá están escondidos esperando que los encuentres —respondió el Sol, guiñándole un rayo.
Así que el arcoíris comenzó su aventura.
Primero voló hacia el campo, donde encontró al rojo escondido en las amapolas.
—Volveré contigo si me prometes sonreír más —dijo el rojo.
Después encontró al naranja en una cesta de naranjas jugosas.
—¡Te extrañé! —dijo el arcoíris.
—Y yo a ti. Pero a veces te olvidas de jugar —le reprochó el naranja—. Jugar da color a la vida.
El amarillo apareció en el brillo de la risa de un niño.
—Yo solo salgo cuando compartes alegría —le explicó.
El verde se balanceaba en las hojas de los árboles.
—Si descansas de vez en cuando y escuchas al viento, yo vuelvo contigo —dijo sereno.
El azul estaba en el cielo del atardecer.
—Yo estoy cuando respiras hondo y confías.
El añil nadaba tranquilo en un lago profundo.
—Tú necesitas calma para verme, arcoíris —susurró.
Y el violeta… el más tímido de todos, lo encontró en un abrazo entre una madre y su bebé.
—El amor y la ternura me traen de vuelta —dijo dulcemente.
Entonces, el arcoíris entendió: no había perdido sus colores. Solo se habían escondido, esperando que él recordara lo importante que era vivir con alegría, calma, ternura y juego.
Desde ese día, volvió a brillar como nunca, sabiendo que sus colores no estaban solo en el cielo, sino también en las pequeñas cosas de cada día.
Y colorín, colorado… este arcoíris ha regresado.