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En lo más profundo del océano, donde el agua brilla con tonos azules y verdes, vivía un pez muy especial llamado Arcoíris.
En lo más profundo del océano, donde el agua brilla con tonos azules y verdes, vivía un pez muy especial llamado Arcoíris. Su cuerpo relucía con todos los colores del arcoíris, y su cola brillaba como el sol cuando nadaba. Todos los peces y criaturas del mar lo admiraban porque era amable y siempre estaba dispuesto a ayudar.
Un día, mientras jugaba con sus amigos en el arrecife de coral, una pequeña tortuga llamada Tina llegó nadando rápidamente.
—¡Arcoíris! ¡Necesito tu ayuda! —dijo Tina, agitada.
—¿Qué pasa, Tina? —preguntó Arcoíris preocupado.
—He perdido mi perla —respondió Tina—. Era un regalo de mi abuela, y se cayó de mi caparazón mientras nadaba. ¡No sé dónde buscarla!
Arcoíris sonrió tranquilizadoramente.
—No te preocupes, Tina. Vamos a buscarla juntos.
Reunió a todos sus amigos: Pepe el caballito de mar, Lila la estrella de mar y Beto el pez globo. Juntos formaron un equipo para encontrar la perla perdida.
Primero, buscaron entre las suaves algas que bailaban con las corrientes del mar. Pepe, con su tamaño pequeño, se metió entre las hojas para revisar.
—¡Aquí no está! —dijo Pepe, saliendo de las algas.
Después, nadaron hacia las cuevas del arrecife, donde las sombras se mezclaban con los colores de los corales. Lila iluminó los rincones oscuros con su brillo especial, pero tampoco encontraron la perla.
—No está aquí tampoco —suspiró Lila.
Por último, decidieron explorar el fondo arenoso del océano. Beto infló su cuerpo como un globo gigante para asustar a los cangrejos que se escondían en la arena.
—¡Perdón! Estamos buscando una perla blanca y redonda —explicó Beto educadamente. Pero los cangrejos no sabían nada.
Mientras todos buscaban, Arcoíris tuvo una idea.
—La perla debe de estar en algún lugar brillante, porque siempre refleja la luz del sol. Busquemos en el lugar más luminoso del océano.
Guiados por el instinto de Arcoíris, nadaron hacia una gran roca bajo un rayo de sol que atravesaba el agua. Allí, en una grieta, encontraron la perla, brillando como una pequeña luna.
Tina no podía creerlo.
—¡Mi perla! ¡La encontraste! —dijo emocionada, abrazando a Arcoíris con sus aletas.
—¡Fue un trabajo en equipo! —respondió Arcoíris con una gran sonrisa.
De regreso al arrecife, Tina le prometió a Arcoíris y a sus amigos que siempre cuidaría mejor su perla. También aprendió que, cuando uno tiene amigos dispuestos a ayudar, no hay problema que no se pueda resolver.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo y las olas susurraban canciones al arrecife, todos los amigos se reunieron para contar historias bajo la luz de la luna. Y Arcoíris, con su cola brillante, nadó feliz sabiendo que había ayudado a alguien más.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.